Todos los niños, adolescentes y jóvenes tienen derecho a una educación específica ajustada a sus necesidades cognitivas y emocionales  para que puedan alcanzar el máximo desarrollo posible de sus capacidades personales. Es la autonomía organizativa del centro la que permite la adopción de aquellas medidas de atención a la diversidad que resulten más adecuadas a las características de su alumnado.

Entendemos el currículo desde un abordaje global más que disciplinar. Los contenidos no son un fin en sí mismos sino un instrumento al servicio de los fines educativos fundamentales de una educación básica y general que debe reflejar los avances científicos, mostrando no solo su complejidad, sino también los cambios y cuestionamientos que conlleva a través de la investigación colaborativa y desde una perspectiva crítica.

Debe ser desarrollado a través de metodologías participativas, integradoras, potenciadoras y respetuosas con las diferencias, atendiendo a los diferentes perfiles, estilos de aprendizaje y situaciones del estudiante. Esto supone una diversidad de fuentes de información, de formatos de actividad y de evaluación para potenciar aprendizajes más completos y garantizar que todos los estilos de aprendizaje de los estudiantes encuentren las ayudas necesarias contando con el apoyo de las tecnologías de la información y la comunicación que, usadas de forma crítica y funcional, permitan el desarrollo del currículum.